jueves, 12 de enero de 2012

Taller Protegido Delavilla: Aprender a trabajar

Doce jóvenes que padecen algún tipo de discapacidad asisten diariamente a este espacio ubicado en Sol y Río en el que no sólo reciben el afecto y la contención necesarios, sino que además experimentan el mundo laboral, con la producción y venta de los artículos que ellos mismos hacen con sus manos. A metros del río San Antonio, en el barrio Sol y Río de nuestra ciudad, se encuentra la casa de Beatriz, hoy convertida en el Taller Protegido Delavilla, donde jóvenes con capacidades especiales concurren de lunes a viernes para formar parte de las actividades que allí se realizan. La historia nos remonta al 2004 cuando la mujer y su marido llegaron desde Córdoba capital para instalarse definitivamente en la Villa: «Empecé a caminar la ciudad para ver en qué podía colaborar, y me encontré con un grupo de amigas que me preguntaron en qué andaba. Ahí les conté que quería trabajar con algo relacionado a la discapacidad», relata «Betty», quien a lo largo de su vida se ha dedicado a la función pública, aunque nada vinculado con lo que hoy hace. Durante todo este tiempo llevó a cabo numerosos cursos en la Dirección de Discapacidad de la provincia, y a partir de ese momento evidenció la posibilidad de crear un taller dada la situación de la ciudad, donde hay un gran segmento poblacional que no encuentra un espacio como éste. «Quería conformar un lugar donde ellos pudieran insertarse y tener una salida laboral, que también sea recreativo y cultural. Nos reunimos con un grupo de papás de jóvenes con capacidades especiales y así empezamos. Por ese entonces, llegó de Buenos Aires un matrimonio amigo que tenía un hijo discapacitado y me dijeron palabras muy sabias que siempre recuerdo: los papás son más discapacitados que sus propios hijos, ya que a veces no logran aceptar lo que les sucede a los chicos», especifica «Betty». Para ella, lo fundamental es hacer el trabajo con mucha paciencia, dedicación y amor. Además, destaca la predisposición y el gran trabajo de sus coordinadoras Gladys y Marisol, quienes se ocupan de llevar adelante los talleres. Pero no todo termina allí, quien también colabora ampliamente es el Club de Leones Lago San Roque. Esta institución les ha tendido una mano desinteresada, con la donación de todo tipo elementos que los chicos necesitan a la hora de sentarse a producir. «También nos ayuda la legisladora provincial Alicia Narducci, ella nos dijo que mientras el taller exista nos va a brindar todo lo que esté a su alcance. Realmente estamos muy agradecidos y a los chicos les transmitimos que deben dar las gracias por la colaboración de todas estas personas», indica. Reformas Beatriz, como tantas otras personas, considera necesario revisar y modificar la Ley de Discapacidad. «Justamente hace algunos días tuvimos una reunión en Córdoba con personal del Ministerio a nivel nacional, porque quieren debatir esta norma y modificar aquellas cuestiones que están mal. Si esto sucede, los talleres protegidos contarían con un amplio margen de trabajo; además los chicos van a resultar favorecidos, por ejemplo parece que si ellos pasan una determinada cantidad de años en el taller, podrán realizar el trámite para obtener una jubilación cuando sean más grandes», acota la mujer, quien desea que estos trascendidos, puedan concretarse alguna vez. «Habrá que debatir otras cosas de la Ley, con sus ventajas y desventajas. Así que será cuestión de evaluarla y lograr algo consensuado simplemente porque los que se benefician son los niños», dice «Betty». Actualmente ellos cobran un dinero mínimo (fondos del Gobierno nacional) que se les abona por asistir al taller y trabajar aquí en la producción y venta de los artículos. Cotidianidad Hoy el taller cuenta con un grupo de doce jóvenes que concurre de lunes a viernes para desarrollar diferentes actividades como la realización de bolsas de consorcio, trapos de piso, alfajores, alfombras, artesanías en madera y manualidades. «Este año agregamos una sala de computación, panificación y un taller de lectoescritura, ya que hay algunos que no saben leer y escribir. Están muy entusiasmados y su coordinadora es Gladys, quien lo hace desinteresadamente. «El taller debe continuar y cuanta más gente colabore, mejor. A nosotros no nos hace falta que nos den dinero, sino aquellos materiales que utilizamos para las actividades, como rollos de plástico para que los chicos hagan las bolsas, o pintura para las manualidades. «El grupo que tenemos es muy lindo y unido, ellos vienen contentos todos los días; obviamente con los años algunos dejan, empiezan otros, y hay quienes vuelven después de un tiempo, pero es absolutamente normal. Es importante que los padres comprendan que deben ayudar». En cuanto a la mirada de la sociedad, «Betty» señala que, en general, «se discrimina mucho»; además sostiene que a los chicos con discapacidad no los emplea «nadie». Las palabras de esta mujer, lamentablemente son una realidad cotidiana, tanto a nivel local como nacional; en el ámbito privado y público. El Taller queda ubicado en Gambartes y Perito Moreno, en barrio Sol y Río. Pueden asistir chicos con cualquier tipo de discapacidad, tanto hombres como mujeres, mayores de 17 años. Si nos ponemos a pensar, todos necesitamos sentirnos útiles en algo, por eso es fundamental que estos jóvenes desarrollen una actividad fuera del ámbito del hogar, donde también se sientan contenidos y vean cómo su esfuerzo es reconocido, que experimenten la sensación del trabajo digno, esto mejorará su estado anímico y contagiará a los papás que quieren ver a su hijo feliz.

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