

Muchas son las sustancias que los adolescentes consumen y que propenden a la destrucción gradual y directa de funciones vitales. Los daños ocasionados en nuestro cuerpo, sean órganos, tejidos y hasta el mismo cerebro, pueden derivar en consecuencias impensables y realmente peligrosas.
Los riesgos que ocasiona en el organismo el consumo de alcohol, cocaína y marihuana, son numerosos. Desde la pérdida de memoria a corto plazo, pasando por la agresividad y la falta de control de emociones y sentidos. Las consecuencias son variadas y los daños provocados en nuestro aparato cerebral, irreparables.
Para que adultos y adolescentes conozcan qué efectos producen estas sustancias en nuestro cuerpo, «Semanario Bamba» entrevistó a la psiquiatra Ana Pascutti. La especialista nos comentó los riesgos y consecuencias físicas, así como también, los perjuicios que generan a nivel emocional.
Un problema social cada vez más grave ante el cual no podemos seguir siendo indiferentes.
* ¿Qué pasa en nuestro cuerpo?
COCAÍNA
El uso de la cocaína incluye constricción de los vasos sanguíneos periféricos, pupilas dilatadas y aumento en la temperatura del cuerpo, la frecuencia cardíaca y la tensión arterial. Algunos usuarios experimentaron sensaciones de intranquilidad, irritabilidad y ansiedad; también puede desarrollarse una tolerancia al efecto de la droga y muchos afirman que buscan obtener placer como la primera vez, aunque no lo logran.
En tanto, las dosis altas o el uso prolongado pueden desatar paranoia. La persona que fuma la cocaína de crack puede manifestar una conducta paranoica particularmente agresiva; mientras tanto, cuando intentan dejar el hábito tienden a deprimirse y esa sensación los lleva a continuar el consumo.
A largo plazo, causa ulceración de la membrana mucosa de la nariz y afecta el tabique nasal, lo suficiente como para colapsarlo. Las muertes relacionadas con la cocaína a menudo son resultado de paros cardíacos o convulsiones seguidas por paros respiratorios.
Sin embargo, hay un peligro aún mayor. Cuando las personas mezclan la cocaína y el alcohol, están incrementando el peligro que presenta cada droga y causando, inadvertidamente, una interacción química compleja en el cuerpo. Los investigadores han encontrado que el hígado humano combina a ambas para fabricar una tercera sustancia, el «cocaetileno», que intensifica los efectos eufóricos y aumenta, posiblemente, el riesgo de muerte súbita.
Los efectos de la cocaína se presentan casi inmediatamente después de su aspiración y desaparecen en cuestión de minutos u horas. Los que usan la cocaína en pequeñas cantidades (hasta 100 mg.) generalmente se sienten eufóricos, energéticos, conversadores y más alertas mentalmente, particularmente en relación a las sensaciones de vista, oído y tacto.
Por otra parte, la cocaína disminuye temporalmente los deseos de comer y dormir. Algunos sienten que los ayuda a realizar tareas físicas e intelectuales más rápido; sin embargo, a otros les produce el efecto opuesto.
Hay una cantidad enorme de complicaciones médicas asociadas con esta sustancia: entre las más frecuentes se encuentran las cardiovasculares, tales como irregularidades en el ritmo del corazón y ataques cardíacos; problemas respiratorios que causan dolores del pecho y fallos respiratorios; efectos neurológicos que producen las embolias, convulsiones y dolores de cabeza; enfermedades gastrointes-tinales que causan dolores abdominales y náuseas.
Además, ocasiona ritmos caóticos al corazón (fibrilación ventricular); acelera los latidos y la respiración; aumenta la tensión arterial y la temperatura del cuerpo. Los síntomas físicos pueden incluir visión nublada, dolor en el pecho, fiebre, espasmos musculares, convulsiones y coma.
Si se inhala regularmente, provoca una pérdida del sentido del olfato, hemorragias nasales, problemas al tragar, ronquera y una irritación general del tabique nasal lo que puede producir una condición crónica de irritación y secreción de la nariz. Por su parte, las personas que se la inyectan, tienen marcas de pinchazos o «tracks», usualmente en los antebrazos; pueden experimentar reacciones alérgicas, ya sea a la droga o a componentes que le agregan en la calle, algunas veces estas reacciones pueden provocar la muerte.
Al respecto, Pascutti expresó: «Todas las drogas confunden las órdenes cerebrales, provocan conexiones erróneas, tienen alucinaciones y muchos dicen sentirse en otro nivel. Cuando les preguntas porqué se drogan, te dicen que lo hacen para `desconectarse´.
«El paciente necesita cada vez más cantidad y el estado de desesperación es absoluto, se vuelve más imperioso y, con tal de conseguir la droga, hacen cualquier cosa. Pierden el raciocinio y la capacidad de pensar en sí mismos y en el otro. En ese estado, esas personas tienen que estar internadas», señaló la doctora.
Además, agregó que «para comenzar un tratamiento y dejar una sustancia, debe haber un alejamiento del entorno. Los chicos que se drogan no lo hacen solos; al contrario, tienen un grupo de apoyo al que llegan por determinadas causas. Pero tratan de obtener una `paz confundida´, desconociendo el infierno con el que se están involucrando».
ALCOHOL
Es un depresivo que hace más lento el funcionamiento del sistema nervioso central. En realidad, bloquea algunos de los mensajes que intentan llegar al cerebro, eso altera percepciones, emociones, movimientos, vista y oído de una persona.
Una mayor cantidad de alcohol provoca cambios profundos en el cerebro y produce una intoxicación, los tiempos de reacción se vuelven mucho más lentos; si se ingieren grandes volúmenes en un lapso de tiempo breve, puede haber envenenamiento. Otras consecuencias son: somnolencia excesiva, pérdida de la conciencia, dificultades para respirar, peligrosa baja del azúcar en sangre, convulsiones o incluso la muerte.
El alcohol, una vez ingerido, es absorbido por nuestro organismo a través de las mucosas del estómago (un 20 por ciento) y del intestino delgado (el 80 por ciento restante). A continuación, la sangre en su camino al corazón, traslada el etanol y, en menor medida, el metanol al hígado, donde se metabolizan, hasta convertirlos en sustancias menos tóxicas y asimilables.
Así, el etanol es transformado por las enzimas del hígado, un proceso lento y no exento de daños que aporta calorías vacías sin apenas valor nutritivo, engordan pero no nutren. En cuanto al metanol, se trata de un compuesto especialmente lesivo, pero que en grandes proporciones podría llegar a provocar ceguera.
Dado que la velocidad de absorción es mayor que la de metabolización, si se ingieren grandes cantidades en poco tiempo, el hígado no alcanza a metabolizar todo el etanol y puede fluir libremente por el organismo, dañando los tejidos.
Las consecuencias directas son numerosas: sobre el cerebro, disminuye el autocontrol, la memoria, la capacidad de concentración y las funciones motoras; sobre el corazón, aumenta la actividad cardíaca; sobre los pulmones, acelera la respiración; sobre el estómago, irrita la mucosa gástrica; sobre el riñón; reduce los niveles de la hormona antidiurética, provocando deshidratación y obligando a tomar agua de otros órganos como el cerebro (de ahí el dolor de cabeza).
El principal perjudicado por un consumo continuado de alcohol es el hígado. Un consumo excesivo durante cinco años es suficiente para producir daños hepáticos más o menos graves: esteatosis (hígado graso), hepatitis y cirrosis alcohólica, una enfermedad irreversible que está asociada a un mayor riesgo de padecer cáncer de hígado. Las tres enfermedades suelen manifestarse de manera consecutiva a lo largo de los años.
Otros órganos que resultan dañados a medio plazo son el esófago, el aparato digestivo y el páncreas. También se producen daños funcionales sobre el sistema nervioso.
Al respecto, Pascutti admitió que en grandes y chicos provoca lo mismo, sólo que en los adolescentes resultaría aún peor, ya que consumen desde temprana edad y hay más tiempo para que se arruine su hígado. «Cuando el alcohol pasa por ese órgano, las células hepáticas se enferman y pueden dejar de funcionar, produciendo nódulos y causando, entre otras, la cirrosis o en un caso extremo el cáncer.
«El alcohol destruye, en ningún momento construye, incluso sus efectos son a nivel mental. En realidad, destruye la capacidad de conducir de las neuronas, es decir la capacidad de pensar. Por eso, cuando las personas están ebrias no tienen conocimiento sobre lo que hacen. Todos los órganos empiezan a fallar porque nuestro organismo está interconectado, si funciona mal el hígado, entonces tendremos problemas con el riñón».
La profesional señaló que la persona se hace adicta al alcohol, ya que éste genera en su cerebro la necesidad de que la sustancia continúe presente. De esta manera, comienza a tomar cada vez más, porque lo que anteriormente bebía no provoca la aparente sedación que su cuerpo requiere.
«Hay varias clases de alcoholismo y hay gente que toma en exceso durante el fin de semana, por ejemplo muchos jóvenes, lo que significa que también estamos hablando de una adicción. Además, genera tolerancia y así aumenta progresivamente lo que consumen. Llegan a tal punto que, cuando quieren dejar, durante la abstinencia el cuerpo levanta temperatura, liberan enzimas hepáticas, el paciente está inconsciente y este proceso contamina al cerebro, por lo que incluso puede entrar en coma.
«Es recomendable no tomar. Habitualmente los chicos beben porque escapan a algo que ellos mismos creen que les falta. El alcohol desinhibe y puede traspasar la timidez de la adolescencia; pero, en realidad, lo único que logra es estupidizarlos. No conectan sentimientos con deseos, no se acuerdan de sus actos y, al fin y al cabo, no disfrutan».
MARIHUANA
El principal ingrediente activo en la marihuana es el THC (delta-9-tetrahydrocanabinol). En 1988 se descubrió que las membranas de ciertas células nerviosas contenían receptores de proteína que se ligaban al THC. Una vez fijo en su lugar, el THC desencadena una serie de reacciones celulares que, a la larga, producen el estímulo que sienten los usuarios al fumar la marihuana. Las consecuencias incluyen problemas con la memoria y el aprendizaje, una visión distorsionada, dificultad para pensar y resolver problemas, pérdida de la coordinación y un aumento en el ritmo cardíaco, ansiedad y ataques de pánico.
Los científicos han descubierto que el THC transforma la manera en la que la información sensora llega y es procesada por el hipocampo. El hipocampo es un componente del sistema límbico del cerebro que es esencial para la memoria del aprendizaje y la integración de experiencias sensoriales con emociones y motivaciones.
La marihuana es adictiva ya que causa un deseo de búsqueda y consumo compulsivo e incontrolable, a pesar de los efectos adversos sociales y sobre la salud. Es una droga depresora del sistema nervioso central, tiene decenas de elementos psicoactivos, el más potente el THC, el cual posee su propio receptor en el cerebro.
El THC es soluble en grasa, por lo que dura alrededor de un mes en el organismo, al ser fumado pasa a la sangre y es transportado rápidamente a hígado, pulmones y tejidos grasos, como el cerebro. Además, tiene un receptor específico en el cerebro que facilita su asimilación. En el cuerpo humano, existe una sustancia similar al THC, la «anandamida», cuyas utilidades se desconocen, pero el THC se queda durante semanas en el cerebro humano dificultando las sinopsis en determinados lugares cerebrales.
Por lo tanto, su acumulación en las neuronas entorpece la memoria del cerebro, provoca grandes déficits de memoria a corto plazo, disminuye la capacidad de aprendizaje y de concentración, letargo, paranoias y problemas de locomoción. Si se mezcla el consumo marihuana con alcohol, puede ocasionar mareos o lipotimias», a causa de la acción vasodilatadora del alcohol y el aumento de consumo cerebral de oxígeno por fumar cannabis. El cerebro necesita más oxígeno de lo normal y dispone de una cantidad menor.
Recordemos que el cerebro dirige todas las funciones del resto de los órganos del cuerpo, es el substracto de la inteligencia humana, memoria, deseos, sentimientos y emociones. La especie humana nació para usar su cerebro, el cannabis lo destruye poco a poco.
Las investigaciones han demostrado que las neuronas del sistema de procesamiento de información del hipocampo y la actividad en las fibras nerviosas, son reprimidas por el THC; es decir, desaparecen. Los científicos también han encontrado un deterioro de los patrones de conducta aprendidos. Recientes informes explican que el uso prolongado de esta sustancia produce cambios en el cerebro, muy parecidos a los vistos después del largo uso de otras drogas que son frecuentemente abusadas.
El adicto, generalmente, puede tener los mismos problemas respiratorios de los fumadores de tabaco, tales como tos y flema a diario, síntomas de bronquitis crónica y mayor frecuencia de catarros. El continuo consumo puede llevar al funcionamiento anormal del tejido pulmonar, debido a su destrucción o trauma.
Ana Pascutti advirtió que la marihuana «mata neuronas, tal como si se quemaran. Es decir que cuanto más consumís, menos cerebro te deja. Dado que tenemos mucha cantidad de neuronas, quizás pensamos que el daño no es trascendental; sin embargo, al hablar con un adicto a la marihuana se evidencia una falta de comprensión y la incapacidad para tener buenas conversaciones.
«El tabaco te quita el pulmón, pero esto es más grave, porque te destruye directamente el cerebro. No hay que minimizar el consumo de la marihuana en relación a otras drogas».
* Reflexión y responsabilidad
El comportamiento de los adictos tiende a la desesperación. Pierden capacidades centrales de atención, fijación, juicio y memoria, al consumir cualquiera de las sustancias anteriormente nombradas. «Pierden el trabajo, familias, amigos, pierden todo, además del deterioro en su organismo y el propio cerebro. Los adolescentes consumen porque se sienten perdidos dentro de su ámbito familiar, creo que ahí es donde deben pedir ayuda», agregó la especialista.
«Allí es donde les aconsejo a los padres que los entiendan, que no se olviden que ellos también fueron chicos y que no piensen que todo lo que sus hijos hacen es un desastre. Los adultos se cierran y los adolescentes buscan esa contención en otro lado, donde tampoco la encuentran.
«Los papás deben reconocer y responsabilizarse por sus hijos; en la mayoría de los casos la relación entre hijos consumidores y padres, no existe. Hay que hablarles, prestarles atención y decirles lo mucho que los aman, porque sólo eso los salvará de las adicciones».
La contención familiar y la creación de fuertes vínculos es lo que importa: «Hay chicos que no les falta nada a nivel económico, pero tienen muchas carencias afectivas y eso los lleva a drogarse o tomar alcohol. Sin llegar al extremo de la intromisión, los padres deben hacerles saber que están para ellos, que los quieren y que pueden confiar tranquilamente.
«Es necesario que los adultos no olvidemos lo que fuimos, deben acompañarlos y respetar su edad, sin exigir cosas que no les corresponden. A veces hay padres demasiado estrictos ó muy liberales, eso no sirve, deben buscar un equilibrio», finalizó.
es imprecindible leer este artìculo. si algùn afecto sienten por ella, LÈANLO Y ASÌMILENLO
ResponderEliminarAlguien que consume marihuana habitualmente puede mantener una conversación totalmente perfecta. Lo dice alguien que trabaja cara al publico y nunca a tenido ningún problema para mantener una buena conversación,ni he tenido problemas para desarrollar mis estudios superiores. No desinformemos!
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEl exceso puede dañar la capacidad de aprendizaje, hay muchas opciones, como vaporizadores, en mi experiencia llevo 10 años fumando, hoy decidí dejarlo para una mejor calidad de vida, llega un momento que cansa estar todo el día dopado
Eliminar