Las mamás asisten todos los jueves a las instalaciones del CIM, ubicado en La Quinta Primera Sección. Gracias al esfuerzo de las educadoras sociales y la voluntad de trabajo ad honorem de «Mirta», estas mujeres alcanzaron metas que jamás imaginaron y hoy piensan en la artesanía como una posible salida laboral.
Al parecer, la arcilla ha vinculado corazones. Cuando acudimos al Taller de Cerámica brindado en las instalaciones del Centro Infantil Municipal de La Quinta Primera Sección, las sensaciones que percibimos trascendían lo artístico.
Un pequeño grupo de mamás ya realizó sus primeras producciones artesanales, pero en su horno propio, sirviéndoles esto como una posible salida laboral. Con esfuerzo, dedicación y ganas de seguir adelante en este camino, consiguieron los elementos y construyeron mucho más que un horno: cimentaron emociones, relaciones humanas y lazos que con el paso del tiempo podrían fortalecerse aún más.
Gracias al empeño de las educadoras sociales Natalia y Miriam, a la vocación y humildad de la profesora Mirta y a la perseverancia de esas mamás, hoy se sustenta un espacio que fue creado por ellas mismas, donde conversan y comparten un aprendizaje de vida.
Al observar sus artesanías, las expectativas fueron más que superadas, para esas mujeres que no se tenían confianza y pensaban que no lo podían hacer. Hoy se enorgullecen y agradecen por todo lo conseguido.
Mirta hace 14 años que vive en Villa Carlos Paz y 25 que es alfarera de rescate. La alfarería, tal como lo explica ella, refiere al tratamiento de todos los elementos de barro rojo que utilizaban los indígenas. Intentando rescatar las técnicas antiguas, reflotarlas y hacerlas propias para luego transmitirlas. Los alfareros también ayudan a los arqueólogos cuando estos obtienen material cerámico y hay que restaurarlo y reconstituirlo.
«La palabra rescate es amplia; yo la utilizo para rescatar gente que quiera conocer lo que hago y trascender. Esto es un goce para el alma, es sembrar y cosechar en muy poco tiempo; lo que ha ocurrido con estas madres no tiene antecedentes, porque en otros lados la cosecha no ha sido tan rápida. Aquí, en pocos meses las chicas hicieron un horno, tuvieron voluntad y ganas de trabajo, para mí es muy importante y me hace sentir acompañada en este camino», indicó Mirta.
«Apuntamos a una salida laboral y estamos trabajando para conseguir un puesto en la feria de artesanos, en poco tiempo la persona tiene la posibilidad de ganar con lo que hace», destacó.
En otro orden, afirmó que la arcilla es terapéutica. «Es un elemento natural muy noble y fuerte, cuando empezamos a trabajar con la tierra, lo hacemos con descargas. La mayoría de nuestro cuerpo tiene agua y las cargas de corrientes estáticas a veces nos hacen estar ansiosos, nerviosos o irritados. El hecho de tocarla, cerrar y abrir las manos llenas de barro hace que uno sienta que nos metemos adentro de la tierra; nos descargamos emocionalmente a través de este material», manifestó la mujer, con la sencillez que la caracteriza.
* Ganas de más
Las mamás que realizaron el horno en uno de los patios de sus casas, son Griselda y María del Carmen. En ellas, la arcilla y los vínculos establecidos en este taller, han hecho latir sus corazones.
«Empecé por una invitación que hizo la `seño´ a todas las mamás que traíamos los niños al CIM. Mi hermana vino primero y me propuso que la acompañara; yo no quería y pensaba que no iba a poder hacer nada, que no era para mí», comentó Griselda.
La mujer, en medio de risas y recuerdos, agregó que un buen día quiso probar y por curiosidad asistió a una clase. Hoy ya hizo con sus propias manos varios productos y piensa en trabajar de ello. «Con Carmen nos llevamos muy bien, es muy buena persona y creamos una relación muy linda, siempre estamos juntas y compartimos todo, tiene mucha imaginación y es inteligente. Con la ayuda de la profesora hicimos un horno, me contagian las ganas de seguir y no detenernos ni bajonearnos. Son momentos que nos hacen falta, que no vemos la hora de que llegue el jueves para desenchufarnos de la casa y porque como mujeres lo necesitamos. Jamás imaginé lograr estas cosas», añadió en relación a su amiga más cercana.
María del Carmen expresó que «la idea es integrarnos y compartir porque realmente esto es una experiencia maravillosa. El hecho de juntar leña, prender fuego, esperar las tres horas y abrir el horno al día siguiente, es muy emocionante.
«Queremos agradecer a las maestras que nos permiten venir al salón y a Mirta, que más allá de sus enseñanzas nos transmite amor y ganas de hacer cosas. Estamos pensando en una posible salida laboral; queremos encararlo con la mayor seriedad, porque más allá de ser un relax necesitamos comercializarlo».
Al taller concurre Daiana, una joven mamá que disfruta de la actividad: «Hago cosas para mi casa y cuando nos queremos dar cuenta ya se nos pasó la hora. Todas hacemos algo diferente y me encanta porque Mirta nos apoya en todo».
* La dedicación de las educadoras
Las docentes del CIM también son alumnas del taller y sus ganas de luchar se aprecian sólo con verlas. Son jóvenes mujeres, emprendedoras y comprometidas con su labor social, educativa y afectiva. El amor que brindan, la ayuda y la comprensión, son esenciales para contener a niños y familias del sector.
«La idea se nos ocurrió para acercar a las mamás al Centro Infantil, pensamos en algo que sea para ellas y que les guste. Conocíamos a Mirta porque daba talleres en el CIM del centro y sabíamos que era muy buena persona; ella no ha sido contratada por nadie, su trabajo lo hace ad honorem. Todo este taller fue hecho a pulmón y a fuerza de voluntad», dijo Miriam.
«Además, pensamos en los chicos que ya no pueden venir al CIM porque superan los once años; Mirta les enseña cerámica, así no quedan a la deriva y reciben contención».
Para finalizar, la «seño» Natalia añadió: «Esta es una enseñanza de vida y Mirta nos dice que estamos armando una historia linda, nuestra, es emocionante ver cómo las mamás se concentran y se relacionan entre sí.
«Los resultados me superaron y en menos de un año ellas lograron mucho. Además, porque es todo a pulmón, la profesora ad honorem, nosotras sin materiales y las madres que juntan la moneda para poder comprar sus cosas. Acá nadie colabora, el taller se armó y se mantiene gracias a ellas».
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