domingo, 3 de abril de 2011

Familias homoparentales: La diversidad golpea tu puerta


Se trata de una realidad de hace décadas. Mitos y tabúes sobre estos núcleos conformados por padres homosexuales que deciden tener hijos y conformar una familia. Las investigaciones indican que no hay aspectos negativos que puedan producirles dificultades a los niños, excepto tolerar la discriminación social.

El sentido de familia y su consideración como institución básica de la sociedad sigue vigente; en este marco se han modificado sus estructuras y diversificado las formas de convivencia, lo que ha dado lugar a nuevos modelos. La familia tradicional formada por padre, madre e hijos comparte ahora la organización de núcleos familiares con otras fórmulas, como las de las familias homoparentales, con dos mamás o dos papás; y numerosos ejemplos más.
Sucede pues que siempre que hablemos de estas familias diversas se corre el riesgo de biologizar la cuestión, riesgo en el que caemos si no consideramos que el género y las funciones de maternidad y paternidad se construyen más allá del sustrato biológico.
Estas familias no son nuevas, son una realidad de hace décadas; aunque claro, los tiempos cambiaron y hoy son -quizás- más visibles. El error de muchos es pensar que se trata de formas diferentes, y eso supone que hay una regla y que todos deberíamos atenernos a ella.
Lo esencial es que el amor habite en esos hogares, así como la comprensión, aceptación, educación y la contención suficientes para que esos niños sean criados como los de cualquier otra familia conformada por padres heterosexuales.
Las nociones de familia y matrimonio no son universales, estáticas ni naturales, sino culturales. Defender un concepto de familia rígido y anacrónico está dejando sin «familia» a muchos niños. Para ello la norma jurídica debe adecuarse a la nueva realidad social, para garantizar los derechos de los más pequeños y evitar la discriminación aún latente en el seno social. A nadie se le debería negar el derecho de vivir con plenitud como ser humano, su identidad y expresión de género.
En nuestro país ha resultado de gran avance la reforma de ley que ha permitido a las personas del mismo sexo contraer matrimonio en igualdad de condiciones que las parejas heterosexuales; ello implica que aquellos hijos de familias diversas hoy tienen la posibilidad de gozar de los mismos derechos y garantías que cualquier niño.

* Los roles

En el imaginario colectivo hay dudas y mitos latentes sobre la funcionalidad de dos mamás o dos papás en el núcleo interno familiar. El licenciado en Psicología (UBA), psicoanalista y coordinador de grupos de reflexión, Alejandro Viedma, sostiene que «las funciones materna y paterna no son exclusivas de una determinada anatomía, los roles no tienen carácter de fijeza; las funciones implicarán modos de relación y encuentro con el hijo».
El especialista sostiene que la diferencia sexual anatómica ya no es un dato excluyente en la parentalidad. Las funciones materna de sostén emocional, acompañamiento y protección; y paterna, de terceridad, del que pone la ley, el corte, el que separa, son las que no tendrían que faltar en una familia, más allá del sexo biológico y la genitalidad de los que ejerzan la parentalidad.
En general, la mayoría de los estudios sobre familias homoparentales indican que los hijos no son distintos de los demás niños. En este sentido, señalan que la orientación sexual de sus padres no influye en su evolución; y que el desarrollo emocional siempre dependerá de los valores y el amor que reciban.
Lo que sí reseñan es que se trata de menores «más tolerantes y menos prejuiciosos, y con una visión de los roles de género menos tipificados y tradicionales». Más allá de eso, no se evidencian secuelas negativas ni influencias en su tendencia sexual.
«Los niños tendrán un mayor aprecio y aceptación por la diversidad, una cierta libertad en su capacidad de elecciones, un abanico mayor de posibilidades de transitar la vida por captar la variedad de modelos y modos humanos. Contar con esos padres y el sostén jurídico si llegaran a sufrir algún hostigamiento o discriminación, será de gran ayuda; tener el poder de cortar con la cadena de clósets -de mentir o silenciar la homosexualidad- y así vivir y hablar con naturalidad del hecho de tener dos papás o dos mamás», explica el licenciado Viedma.
Entre lo negativo que pueda significar ser hijo de padres gays, el profesional asegura que deberá lidiar con personas homofóbicas, con cierto contexto social que aún discrimina las orientaciones sexuales e identidades de género contranormativas. «A algunos niños les podría surgir el miedo a que los demás se enteren de que sus padres son del mismo sexo, miedo al rechazo, por lo cual reproducirán el clóset, el ocultamiento. Pero tener la contención suficiente de sus padres hará que esto no sea grave».

* Qué dicen las investigaciones

Algunos puntos esenciales de las investigaciones desarrolladas a nivel mundial denotan que los niños que crecen en familias homosexuales apenas difieren de los de familias convencionales.
Lo que más parece inquietar a la sociedad respecto de este nuevo modelo de familia no es su propia existencia o su creciente visibilidad social, sino la incidencia que este formato familiar pueda tener en los hijos e hijas que crecen en él; es decir, su desarrollo como persona, y si éste modelo incide negativamente, o no lo hace, en la psique de los pequeños.
Pero los interrogantes sobre el desarrollo infantil y adolescente cuando se crece en una familia homoparental han sido despejados en varios estudios realizados en diversos países del mundo. La mayoría de ellos concluyó:
* Los chicos y chicas de familias homoparentales no difieren de los criados con progenitores heterosexuales en ningún área del desarrollo intelectual o de la personalidad (autoestima, ajuste personal, manejo del control, desarrollo moral, etc.).
* Tampoco difieren en identidad sexual, identidad de género u orientación sexual.
* Mantienen relaciones normales con sus compañeros y son tan populares entre ellos, como los hijos o hijas de progenitores heterosexuales.
* Cuando aparece alguna diferencia entre chicos y chicas de ambos tipos de familia, éstas son favorables a los chicos y chicas de familias homoparentales, por ser más flexibles y dispuestos a aceptar la diversidad que los de las familias heterosexuales.
En relación a la autoestima, los valores indicativos de los hijos e hijas de progenitores homosexuales se sitúan en un lado más positivo y en niveles más altos, por encima de chicos y chicas del grupo de familias heterosexuales. Además, las evaluaciones revelan que no tienen especiales problemas de ajuste emocional o de comportamiento.
En cuanto a la integración, los hijos de familias homoparentales son realmente aceptados en sus espacios escolares y de amistad. Los estudios sobre el desarrollo psicológico infantil y adolescente no sólo no presentan estadísticamente problemas a nivel intelectual, emocional o de relación, sino que mantienen parámetros similares a los hijos e hijas de familias convencionales, y que incluso presenta una mayor tolerancia y flexibilidad en lo que respecta a la aceptación de la diversidad social.
Cabe destacar que numerosas asociaciones profesionales -entre ellas, la Asociación Psiquiátrica Norteamericana y la Academia Nacional de Pediatría- se han declarado a favor de las uniones entre personas del mismo sexo y la adopción y crianza homoparentales.
Como mencionamos, las únicas diferencias apreciables en los estudios han sido que estos niños suelen ser más abiertos, tolerantes y respetuosos de las diferencias; aprenden roles de género más igualitarios, y reciben una mejor educación sexual, por lo que sus decisiones con respecto a su sexualidad son más responsables, libres y razonadas.
Las hijas de madres lesbianas tienden a lograr una mayor autoestima y los hijos de padres gays a ser más serviciales y menos agresivos. De cualquier manera, estas familias existen, y como existen, lo mejor que podemos hacer como sociedad es respetar las elecciones de esos padres y madres que si decidieron tener hijos es porque el deseo es verdaderamente sentido.
No se trata de pedir permiso para formar una familia, mucho menos tolerar el desprecio y la discriminación. Se trata de eliminar mitos y formas de pensar irrespetuosas que contaminan el tejido social.

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