viernes, 14 de octubre de 2011

Acogimiento familiar: El servicio de dar amor



Personas que apuestan a brindar contención y cuidado a niños que han sido alejados de sus familias de origen ante una situación de riesgo. El objetivo es evitar la institucionalización del menor y lograr que su tránsito se dé en un hogar de acogimiento.

Cuando se trata de dar amor y alcanzar el desafío de ser solidarios, los prejuicios y preconceptos deben quedar a un lado del camino. Claro, no es un proceso sencillo, pero los temores comienzan a disiparse, y transitar ese camino se transforma en una experiencia humana, repleta de emociones y sensaciones diversas.
El acogimiento familiar establece una relación vincular entre los niños y adultos; sin ser una relación de filiación, tiene mucho de ella en tanto que el adulto se hace responsable en términos amplios: aspectos prácticos del cuidado básico (alimentación, vivienda, educación) y emocionales del propio vínculo (base segura, apego afectivo, contención).
Entre otros proyectos, la Fundación Sierra Dorada (con sede en Córdoba y San Marcos Sierras), por medio del Programa de Orientación y Acompañamiento Familiar, brinda espacios para el diálogo con familias adoptivas, pre-adoptivas (interesadas) y quienes deseen emprender la experiencia del «acogimiento familiar».
En este último caso, las familias no cumplirán el rol de padres adoptivos sino que ofrecerán un servicio de amor a ese niño durante un determinado período de tiempo (suele ser de algunos meses o incluso un año), para colaborar en el proceso de desinstitucionalización de bebés y niños de hasta cinco o seis años que han sido apartados de sus familiares de origen por determinadas circunstancias.
Como se sabe, la permanencia de los menores en los establecimientos afecta negativamente su desarrollo psicofísico. Lo que se intenta, pues, es que exista un cuidado familiar satisfactorio, donde el niño sea atendido con dedicación y afecto. Paralelamente, se busca proporcionar a la familia de origen el apoyo psicosocial necesario para superar los problemas, recomponiendo los vínculos afectivos.
En este marco, el acogimiento familiar se presenta como una alternativa a la institucionalización y, de esa manera contrariamente a lo que ocurre en los institutos, los vínculos afectivos, de atención y cuidado que se pueden establecer entre el niño y su familia transitoria son beneficiosos para el crecimiento y desarrollo de estos chicos, así como la revinculación con la familia de origen, en caso de que esto sea posible.
«Nosotros acompañamos estos procesos y servimos de nexo para que estas situaciones no se dilaten en el tiempo y el niño no permenzca en un instituto. El paradigma en el que nos posicionamos es intentar lograr que ese niño pueda estar transitoriamente con una familia», especificó la licenciada Soledad Romero, psicóloga de la Fundación Sierra Dorada, junto con la licenciada en Trabajo Social, Celina Olaz.
En términos jurídicos, la norma establece que ese niño puede estar en una familia de acogimiento durante un plazo de 90 días, que puede duplicarse. «Recordemos que ellos han sido separados de sus padres por una medida extrema; antes tenían que ir a un centro de menores del Estado, pero desde hace unos cinco años se inició el proceso de desinstitucionalización que establece la existencia de esta familia de tránsito o acogimiento. Los procesos reales son distintos; se supone que mientras el niño está en un hogar, la Justicia debe trabajar para lograr la revinculación con la familia de origen. Sin embargo, los plazos se extienden y generalmente permanecen durante un año con la familia de tránsito», indicó Emilse Sotto, abogada de la entidad.
En relación a las carencias en términos legislativos, la letrada informó: «En estos casos en los que el chico es separado de su familia de origen por una situación excepcional, necesitamos una ley de adopción que contemple plazos más breves, que establezca un tiempo determinado para que un juez dicte una sentencia de abandono. A nivel provincial es imprescindible una ley de procedimientos que acelere los tiempos y normas exclusivas de acogimiento familiar, ya que hoy no está completamente regulada».

La vereda del frente
Tomar la decisión de constituirse en una familia de acogimiento sin dudas no es fácil; sin embargo, de lo que se trata es de entender que quien necesita de adultos, referentes, de personas que lo cuiden y le den simplemente amor, es el niño. «Hay muchos miedos, porque hay matrimonios o mamás o papás solos que tienen temor de encariñarse y luego tener que dejarlos ir. La idea de nuestros talleres, mientras esos chicos están contenidos, esas familias de acogimiento también lo estén», señaló Romero.
«Lo bueno es que puedan tener esa claridad como adultos y pensar que quien va a ganar afecto y contención es el niño, no que ellos perderán. Deben pensar que ese niño habrá recorrido sus tempranos años en un hogar y no en un instituto. Si los chicos contaran con más espacios de familias, no estarían tan dolidos como lo están. No es lo mismo 30 niños en un centro que uno, dos o tres en una casa.
«Además, aclaremos que esto existió siempre de manera espontánea, como las figuras del hijo y papá de crianza, lo que sucede es que por tanta burocratización el mismo Estado fue cerrando ciertas posibilidades. Ante tantos temores y desconfianza, la solidaridad se ha ido perdiendo. De hecho, las culturas aborígenes tenían esto muy instalado, cuando los padres fallecían se hacían cargo de los hijos amigos y compañeros; entonces, la idea es rescatar esa humanidad», expresó Romero.
«Lo importante también es respetar a ese niño, su historia e identidad, sin reproducir prejuicios. Es acompañar y complementar ese crecimiento del niño. Lo que muchas veces sucede es que se acercan matrimonios que quieren adoptar, pero nosotros los derivamos a otro taller», añadió.
Una de las cuestiones deseables o esperables es que quienes quieran ser familias de acogimiento ya tengan sus hijos, para que ese deseo de alguna manera «esté cubierto». No hay restricciones en el caso de si es una pareja o mamás o papás solos, sino que posean determinadas condiciones de salud mental y que los niños estén en un hogar con las condiciones socioambientales adecuadas. Recordemos que se trata de una tarea solidaria, por lo que esas familias no reciben una ayuda en términos económicos por parte del Estado (sí con pañales, leche y cobertura de salud)».
Desde la Fundación convocan a quienes deseen cuidar a un niño durante un período de tiempo, brindar ese servicio de amor y contención, darle la oportunidad de que comparta un espacio de hogar en lugar de permanecer en un instituto donde, al fin de cuentas, es un número más.
Sin lugar a dudas, el desafío mayor es «volver a mirarlos», detenernos en las necesidades y carencias de esos chicos y comprender que hay mucho amor para dar, sin egoísmos, miedos ni temores. Es darles una posibilidad, es escucharlos, es sanar heridas, es dar amor…

La experiencia del hogar
La Fundación cuenta con un hogar-taller de casi 30 niños y adolescentes «Che Cahuin Wawa», por medio del cual brindan tratamiento especializado, dirigido a la socialización de niños, víctimas de problemáticas sociales (alcoholismo, violencia familiar, pornografía infantil, etcétera) y judicializados.
Allí se realizan actividades deportivas, recreativas y manuales. Cuenta además con servicios de asistencia psicológica, médica y actividades tendientes al desenvolvimiento educativo y laboral (carpintería, construcción, cocina).
Su nombre se traduce en lenguaje guaraní, quechua y mapundungú en «Gente haciendo ruido para los niños», y ese es el propósito que se fijaron Julio Laciar y Patricia Gaite de Laciar, los fundadores de «Sierra Dorada».

Más información:
http://www.sierradorada.com.ar/grupopsicosocial@hotmail.com/info@sierradorada.com.ar
Sede Córdoba: Esquiú 267, barrio General Paz., 0351-156123524; 156279866; 152817872; 4257109.

El dato: Todos los espacios y talleres de la Fundación «Sierra Dorada» son de carácter gratuito.
Cena a beneficio: 15 de octubre a las 21:30 en la ciudad de Córdoba

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